3 Cosas Que Debemos Cuidar en el Ministerio

El ministerio es un privilegio, ser un ministro y servir a la Iglesia de Cristo es una responsabilidad que no se debería tomar a la ligera, de igual manera la Iglesia tiene el compromiso de velar con cuidado quiénes son aquellos que funcionan en esta labor, por lo mismo, hay muchas precauciones que se deben tomar y varias cosas que debemos cuidar al momento de ejercer nuestra función como ministros.

El apóstol Pablo, conocido como el perito arquitecto por la gracia de Dios que le fue dada, escribe en 1 Timoteo 3:6 en la versión de la Biblia Pueblo de Dios para Todos (PDT) que el ministro: “No debe ser nuevo creyente para que no se enorgullezca y no caiga en la misma condenación en que cayó el diablo.” En este pasaje, Pablo establece que aquellos que reciben la responsabilidad de ser ministros en la Iglesia deberían de haber alcanzado cierta madurez, así que entre muchos aspectos que debemos considerar me gustaría hablar al menos de tres cosas que considero importantes y esenciales que debemos cuidar en el ministerio.

1. La Familia

Timoteo, quién desarrolló una labor pastoral bajo la tutela y cuidado del apóstol Pablo, recibió una carta de su mentor con las siguientes palabras en referencia a la familia (1 Timoteo 5:8) diciendo: Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”

El apóstol Pablo tenía un entendimiento bastante claro con respecto al papel que juega la familia en el ministerio y de cuál es el cuidado que el ministro le debe a su propia casa, antes que el cuidado que merece cualquier otra familia. Muchos ministros con el afán de servir apropiadamente a la Iglesia de Cristo han cometido el error de descuidar a los suyos, y pienso que esto quizás no sea una decisión intencional, sin embargo, sí debemos ser intencionales en el cuidado que merece nuestra familia. Entendemos que tenemos una responsabilidad que se ha adquirido ante Dios, por lo mismo dedicamos tiempo y energías para cuidar de la obra, procurando ser buenos obreros de la viña que se nos ha sido encomendada, pero esta labor jamás debe ser a expensas del cuidado y atención que merece nuestra propia familia. Recordemos que de todo lo que hacemos hay dos cosas que nadie puede hacer por nosotros: ser esposo y ser padre, de ahí todo lo demás cualquiera lo puede hacer, de hecho, eventualmente alguien más lo hará.

La familia es el primer ministerio, y tenemos un compromiso y una responsabilidad de amor para con ellos. Nuestro sacerdocio comienza en el hogar.

2. Nuestro Llamado

Cuando hacemos referencia a nuestro llamado, nos referimos a esa función divina que forma parte del plan que Dios diseñó de antemano para cada uno de nosotros. El llamado y el propósito es único y distinto para cada uno. Dios nos llamó, nos escogió y a quienes escogió les encomendó una labor específica. Sobre el llamado, el apóstol Pablo escribe en su carta a la Iglesia que estaba en Éfeso (Efesios 4:1) las siguientes palabras: Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.”

Con estas palabras entendemos entonces que hay una forma de conducta que corresponde a todo ministro que se enlista en esta labor. Pablo en los versículos subsiguientes menciona algunas actitudes importantes que toda persona que ha sido llamada y que desea cumplir con ese llamado debería de cultivar en su vida, entre estas menciona: la humildad, amabilidad, paciencia, tolerancia, amor, y otras actitudes más.

El talento puede abrirnos puertas. Nuestros dones y capacidades pueden sentarnos en una área de servicio determinada; pero es nuestro carácter el que define cuánto tiempo estaremos en el ministerio.

3. Lo Que Predicamos

De nuevo nuestros personajes, Timoteo y Pablo aparecen en escena, y es que Pablo estaba determinado a cuidar de su pupilo, acompañarle y guiarle en el cumplimiento de su labor ministerial, además, Pablo tenía un aprecio especial por Timoteo, ya que este había estado con él desde muy joven, de hecho Pablo se dirige a Timoteo como “su hijo en la Fe.” 

Ahora bien, recordemos que una de las formas más efectivas que el apóstol Pablo tenía para comunicarse con las Iglesias que surgían y crecían en el primer siglo después de la resurrección de Jesús era a través de cartas que escribía y enviaba a estas Iglesias que poco a poco se iban sumando en distintas ciudades, y que por lo mismo le era imposible estar en todos los lugares al mismo.

En una de esas cartas con el destinatario a nombre de su hijo en la Fe, Timoteo, le escribe como líneas finales las siguientes palabras (1 Timoteo 4:16) Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”

Lo que vemos, lo que escuchamos y lo que leemos tienen el poder de influenciar nuestra vida. Somos responsables de lo que permitimos que entre a nuestra mente y corazón. Dependiendo de la calidad de lo que vemos, escuchamos y leemos, esa influencia puede ser positiva o negativa, saludable o perjudicial tanto para nosotros como para quiénes nos escuchan. Lo que vemos define cómo percibimos las cosas, lo que escuchamos puede influir nuestro pensamiento, y en cuanto a lo que leemos, se dice que nos convertimos en lo que leemos, cómo lo dijo el Reverendo Keneth Hagin: “Eres lo que lees.”

Hemos hablado de al menos 3 cosas que debemos cuidar en el ministerio:

1. La Familia

La familia es el primer ministerio, nuestro sacerdocio comienza en casa.

2. Nuestro Llamado

Nuestros dones y capacidades pueden sentarnos en una área de servicio determinada; pero es nuestro carácter el que define cuánto tiempo estaremos en el ministerio.

3. Lo Que Predicamos

Lo que vemos, lo que escuchamos y lo que leemos tienen el poder de influenciarnos. Dependiendo de la calidad de ellos, esa influencia puede ser positiva o negativa, saludable o perjudicial, para nosotros y para quiénes nos escuchan.
Ser ministros, siervos de Dios con un llamado a cuidar de Su Novia, Su Iglesia, es una labor divina con un impacto eterno, no tomemos jamás de forma rápida el privilegio de ministrar al cuerpo de Cristo. Cuidemos nuestro caminar, escojamos cuidadosamente nuestras palabras, y que nuestro comportamiento sea digno de la vocación con la que fuimos llamados, pues cuidando de estas cosas, como lo dijo el apóstol Pablo en 1 Timoteo 4:16 “…haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”

7 Consejos para el Desarrollo Personal

He aprendido que la única forma de mantenernos en constante crecimiento es mantener una actitud continua de aprendizaje. Si no estamos aprendiendo, no estamos creciendo y todo aquello que se encuentra estancado, está destinado a morir.

A continuación comparto siete consejos que pueden ayudarnos en nuestro desarrollo personal. Estas son prácticas que personalmente me tracé hace tiempo y me he encargado de cumplirlas a través de los años, algunas veces he fallado, en otras he sido constante, pero estoy seguro que me han servido en mi aprendizaje y desarrollo.

1. Aparta tiempo para organizar y escoger el material que estudiarás entre la semana.

Es muy importante ser intencionales en nuestro aprendizaje, por lo mismo es una muy buena idea separar el tiempo que sea necesario para poder seleccionar, escoger y organizar todo el material que deseamos estudiar. Separemos un día en la semana para hacer esta labor y luego calendarizamos para los demás días de la semana lo que habremos de estudiar cada día.

2. No dejes pasar un solo día sin escuchar algún audio que tenga que ver con los temas que te interesan. Pueden ser podcast, mensajes, audio libros, etc.

Un estudio dice que si escuchamos un audio sobre un tema de nuestro interés durante el tiempo que gastamos en trasladarnos al trabajo todos los días, al final de dos años habremos alcanzado en conocimiento el equivalente a una licenciatura.

3. Lee, lee y lee. Todos los días separa tiempo para leer. Subraya y procesa la información que adquiriste.

Todo líder es un lector. No todo el que lee es un líder, pero todo aquel que es líder posee el hábito de la lectura. Es muy importante leer, pero más importante aún es poder procesar toda la información y el conocimiento adquirido a través de dicha lectura, por eso es importante subrayar, tomar notas y tener a alguien con quien conversar algunos puntos o ideas importantes de dicha lectura.

4. Jamás sustituyas tu lectura diaria de la Biblia con otro tipo de lectura.

Nunca cualquier tipo de lectura puede sustituir nuestra lectura diaria de la Biblia. Si nos encontramos leyendo cualquier cosa más que la Biblia, pronto nos encontraremos hablando a otros solamente de conocimiento y psicología humana. La letra mata, pero el Espíritu es el que da vida. Sigue planes diarios de lectura, comprométete a seguir planes de devocionales que hagan de la lectura de la Biblia tu práctica central.

5. Al menos una vez por semana invierte tiempo para ver algún video que tenga relación con el tema que estás interesado.

Personalmente cuando invierto tiempo para ver videos sobre temas de mi interés, me hallo a mi mismo invirtiendo un mayor grado de concentración. Gracias a la tecnología hoy día encontramos muchos recursos audiovisuales en el internet, así que invierte tiempo en buscar material por video sobre aquellos temas de tu interés que te ayuden y te motivan en el desarrollo de tu potencial y al menos una vez por semana siéntate a ver dichos videos. 

6. Al menos una vez por mes agenda una cita con alguien a quien admiras y respetas. Prepara con anticipación tus preguntas y sé humilde en aprender de otros.

Algo que ha agregado muchísimo valor a mi vida es poder tener la oportunidad de sentarme con alguien y poder conversar con ella sobre temas de mi interés y curiosidad. Haz tu mayor esfuerzo de hacer esto un hábito para ti, trata al menos de agendar una cita al mes para poder entrevistarte con alguien de quien puedas aprender. Importante, es que no dejes que la conversación sea casual, asegúrate de preparar tus preguntas antes de tu reunión. Comunícale a la persona con quien vas a conversar tu deseo de hacerle preguntas y aprender de él durante esa cita que ambos han acordado. Las preguntas que haces revelan cuáles son tus intereses.

7. Procesa la información. Toma notas, discute con otros, comparte con otros, habla con otros y repite lo que aprendiste.

Si no aprendemos a procesar la información y el conocimiento que adquirimos corremos el peligro de convertirnos en consumidores de información, pero que no llevamos nada a la práctica. Ser oidores es algo, pero a la vez no hace ninguna diferencia, la diferencia está en ser hacedores. Tomar notas siempre es de mucha ayuda para procesar la información y el conocimiento recolectado. Discutir con otros sobre tus notas, compartir los principios aprendidos y repetir lo que hemos aprendido nos ayuda a asegurar la información y los conceptos adquiridos. Una persona sabia es aquella que sabe poner en práctica el conocimiento adquirido.

Por último, ninguno de estos consejos tienen efectividad alguna si solamente los dejamos en el papel, se requiere de voluntad propia para ponerlos en práctica. Se requiere de decisión y disciplina para implementarlos en nuestra agenda diaria. La constancia, es otro elemento esencial si queremos ver resultados concretos. Finalmente, no es necesario que pongas todos estos consejos en práctica al mismo tiempo, comienza poco a poco, paso a paso, uno por uno y estoy seguro que cuando menos te lo esperas estarás totalmente comprometido con tu desarrollo personal y estarás en un constante crecimiento.

Que Nuestra Esperanza Perdure

Todos hemos tenido días difíciles. No creo que exista una tan sola persona que no haya enfrentado momentos de adversidad e incertidumbre, no importa la edad, todos hemos tenido que enfrentar situaciones complejas en diferentes temporadas. La vida esta llena de momentos como estos, momentos en donde pareciera que todo esta en nuestra contra y que nada de lo que hacemos parece salirnos bien. Estos momentos quizás nos lleven a la desesperación y a la angustia por no saber qué hacer o por no saber cómo salir adelante ante tal situación. Déjame decirte algo: “No todos los días son malos, pero tampoco no todos los días son buenos”, la diferencia entre ambos la hace el conocer personalmente en qué o en quién esta depositada nuestra confianza.

El diccionario define la palabra confianza como: “La esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, y sobre esto mismo, David, antiguo rey de Israel escribió en el libro de los salmos: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.” (Salmos 91:2). Y es que la esperanza es ese ánimo, aliento y vigor para continuar y seguir adelante en medio de la incertidumbre, es la actitud del corazón y la disposición del pensamiento para depositar nuestra fe en aquel que puede salvarnos. Es el temple de decidir que nuestra confianza y seguridad están únicamente en aquel que todo lo puede, que todo lo sabe y que todo lo conoce. Es confiar nuestra seguridad en el Dios de nuestra salvación. Tener esperanza es la voluntad de nuestro carácter para creer que solamente en Dios esta la vida y que El puede obrar a nuestro favor y coordinar que todas las situaciones a nuestro alrededor funcionen y cooperen para nuestro bien a fin de cumplir sus planes en nosotros.

Todo a nuestro alrededor, todo lo que nos sucede, sea bueno o sea malo convergen en nosotros con el único objetivo de cumplir el proceso que nos encamina poco a poco hacia el propósito de Dios. 

Cuando decidimos depositar nuestra confianza en Dios, no la depositamos en alguien que no entiende o comprende lo que nos pasa, al contrario, la Biblia nos dice que Jesús experimentó y sufrió en carne propia todas nuestras aflicciones, así lo describe el profeta Isaías que dijo: “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores…” (Isaías 53:4); también la carta dirigida a los hebreos lo dice de esta forma: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” (Hebreos 4:15).

Así que cada vez que nos encontremos en una situación en dónde humanamente pareciera que no hay salida, tenemos de nuestro lado a alguien que sabe lo que es sentirse atrapado y sin solución alguna ante las dificultades. Mateo, uno de los discípulos de Cristo, nos relata cómo Jesús mismo en el momento más oscuro de su vida, envuelto por la angustia y la desesperación trató de encontrar una salida ante el inminente sufrimiento de la muerte en la cruz, acudiendo al único que podía fortalecer su alma. Jesús pudo encontrar fortaleza y paz para su alma al depositar toda su esperanza y cediendo el control total de su voluntad a Dios a través de la oración. ¡Esa es la clave! No somos nosotros mismos quiénes debemos encontrar en nuestras propias fuerzas la solución a todo. Debemos simplemente ceder nuestra voluntad a Dios y El cumplirá y completará la buena obra en nosotros.

No puedo prometerte que los momentos de adversidad dejarán de venir, pero sí podemos estar seguros que nuestra esperanza, confianza y seguridad jamás se verán defraudadas, después de todo, Jesús mismo dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33).

¡Confiemos! Que nuestro corazón tome aliento, y que nuestra esperanza no desfallezca. Nuestra salvación proviene del Dios que hizo los cielos y la tierra. El Creador del universo nos conoce por nuestro nombre e inclina su oído a nuestro clamor.

Por último, el apóstol Santiago, quien fuese hermano de Jesús en carne propia, quién posiblemente jugó a las escondidas con su hermano siendo niños, escribió estas palabras:

2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (Santiago 1:2-3).